viernes, 23 de octubre de 2015

La excepción

Por muchas razones, esta entrada del blog es una completa anomalía para lo que ha sido "Recta de Cuatro Costuras" desde su creación. Por lo corto del titular, por el hecho de que trata de los Tiburones de La Guaira, porque simplemente no tiene nada que ver con Billy Beane y su gente.

Hoy, de eso se trata, de una anomalía.

Esta vez no necesitaré revisar algún dato en internet, ni tampoco recurrir a alguna cita recogida por alguien más. Esta vez son mis ojos y juicio a los únicos a quien debo el crédito, porque en esta ocasión estuve allí para presenciar esa anomalía, esa excepción, durante cada minuto de las más de cinco horas que duró.

Buddy Bailey ha sido, es y será siempre uno de los más grandes dirigentes que haya tomado riendas de un equipo en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional y nada de lo que escriba en este artículo lo cambiará. Tampoco es mi intención.

Como aficionado al beisbol, escuché y leí por años sobre cómo Bailey había sido capaz de cambiar por completo el rostro de unos Tigres de Aragua que por 27 años previos a su llegada olvidaron el sabor de la victoria. Me cansé de ver por televisión, escuchar por radio y leer en la prensa cómo su gran ética de trabajo y disciplina habían jugado un papel fundamental en los seis títulos a los que condujo a los bengalíes en sus doce temporadas al mando.

Como casi periodista que ya soy, he tenido el placer de cubrir a los Tiburones de La Guaira día a día, juego a juego, desde su arribo al timón escualo en la 2014-2015. En pocas palabras, ya no soy yo quien escucha de otros acerca de esa impresionante ética de trabajo, son otros quienes la leen y escuchan de mí.

Nada de lo que me habían contado era falso o exagerado. Buddy Bailey brinda la disciplina y rutina de trabajo necesaria para llevar a un equipo de beisbol al máximo nivel. La ética laboral de este señor es tal, que su impresionante conocimiento del juego, su increíble capacidad para detectar hasta el más mínimo detalle de cada duelo y de cada jugador y su respeto por el contrario suelen pasar por debajo de la mesa cuando se discute sobre sus principales cualidades.

En mi segunda temporada cubriendo a los Tiburones, puedo decir que el norteamericano jamás me ha negado una entrevista. Gane o pierda su equipo, en el juego más grandioso o bochornoso del mismo, Bailey siempre ha dado la cara, y lo ha hecho para decir las cosas necesarias, sin rodeos. Si algo necesita ser ajustado, te dice que lo hará, y en la noche siguiente ves que no te mintió.

Es por eso que cuando Miguel Rojas sentenció el largo y acontecido encuentro del pasado jueves ante los Navegantes del Magallanes con una línea remolcadora de dos en el décimo capítulo, misma que dejó tendidos a los turcos aún cuando el desempeño de ambas novenas en la jornada había dejado mucho que desear, sabía que Bailey iba estar allí cuando bajaramos a la conferencia de prensa y sabía que tendría algo que decir.

Bailey está en su segunda zafra al mando de Tiburones / Edixon Gámez
 Días atrás, ante los constantes problemas que había presentado el bullpen de los litoralenses, especialmente a la hora de lanzar strikes, Bailey señaló que había llegado el momento de los jóvenes brazos que contaban con poco uso en la temporada para ese entonces. De su boca se pudo escuchar los nombres de Javier Palacios y Alvin Herrera entre los candidatos a recibir la oportunidad de sacar la cara por el relevo salado, luego de que piezas veteranas como Rafael Cova y Stephen Shackleford fracasaran en las primeras de cambio.

 "Todo se reducirá a algo tan simple como: lanzas strikes o lo verás desde la banca. No voy a sentarme aquí media temporada como el año pasado antes de hacer cambios", fueron las palabras exactas del mandamás.

Entonces, allí estábamos para el primer desafío entre salados y turcos en la 2015-2016, luego de otro buen desempeño de un miembro de la rotación de los Tiburones, en esta oportunidad William Cuevas, quien lanzó cinco entradas y un tercio de cinco hits y un par de carreras. Para el momento en que el derecho abandonó el compromiso, La Guaira lideraba el marcador 4 carreras por 2.

El primer brazo en llegar del bullpen fue Juan González, un lanzador que si bien no era Palacios o Herrera como había mencionado Bailey, tampoco tenía carga pendiente de la temporada, pues dicha noche marcó su estreno en la 2015-2016. Además, el "Gato" venía de un sólido año en los Estados Unidos, donde dejó efectividad de 1.62 en 44 presentaciones. Nada que discutir allí, como tampoco lo hubo con los siguientes cuatro serpentineros en desfilar hacia la loma escuala.

Antonio Noguera es un zurdo que encaja en el renglón de "jóvenes", Cody Satterwhite no permitió carreras en sus primeros tres innings y dos tercios de la campaña, Sergio Escalona había sido descrito por Bailey como su mejor pitcher en el juego anterior y Henry Rodríguez, a pesar de tolerar dos rayitas y otorgar un par de boletos el jueves, venía con credenciales de cuatro episodios en blanco con ocho ponches.

Después de allí, la historia cambió drásticamente.

Con un out en el octavo acto, las bases llenas y Tiburones arriba por un par de rayitas, Bailey decidió traer a uno de los lanzadores más veteranos con los que cuentan los salados, Enrique González, quien tenía previsto trabajar temprano en los juegos, de acuerdo a lo dicho por el mismo timonel días atrás. Rápidamente, "Fresita" regaló un par de boletos, todo mientras mostraba claras señales de intentar poner la bola franca sobre el plato.

El siguiente movimiento de Bailey no fue menos sorpresivo.

Usualmente un estratega fiel al librito que dice "derecho ante derecho y zurdo ante zurdo", Bailey llamó desde el bullpen al siniestro Joseph Ortiz (otro veterano) para medirse al diestro Abel Nieves con las bases repletas. A su séptimo pitcheo de la noche, Ortiz permitió un imparable remolcador de dos que igualó el marcador y, seguidamente, un rodado de Ryan Cordell que puso arriba al Magallanes.

Cova, otro brazo experimentado y quien llegó a la jornada como uno de los líderes en pasaportes otorgados por parte del equipo, fue la apuesta del mánager norteamericano en el noveno acto, mismo que el derecho consiguió retirar por la vía rápida.

La ofensiva salada logró igualar nuevamente el desafío en la parte baja del noveno, tramo que también contó con su dosis de polémica luego de que Bailey decidiera llamar a batear al zurdo Raúl Padrón desde la banca por el ambidiestro Reegie Corona con hombres en tercera y segunda ante el también lanzador diestro Hassan Pena, dejando abierta la posibilidad de que el cubano boleara a Padrón para medirse a uno de su misma mano en Miguel Rojas. El torpedero escualo conectó un machucón que bien pudo haber terminado el compromiso, pero la pifia del antesalista Nieves le permitió a Tiburones llevar el duelo a entradas extras.

Para el décimo, Bailey decidió apostar nuevamente por Cova.

En esta ocasión, el diestro escualo no fue tan efectivo y terminó con tres boletos, un tiro erróneo a la inicial, un wild pitch, un imparable y dos carreras en su cuenta, antes de que uno de los tres brazos jóvenes esperados a lanzar, Edioglis Villasmil, ingresara al morrito.

En un sube y baja de emociones para los presentes en el Universitario, Tiburones consiguió llevarse la victoria gracias al imparable remolcador de Rojas con dos outs en la parte baja del capítulo. Palacios y Herrera nunca llegaron a lanzar, aún cuando el mismo Bailey ratificó post-partido que ambos estaban disponibles y que el llamado a protagonizar de los brazos jóvenes del bullpen se mantenía como su propuesta.

Cuando escuché a Bailey decir tras el compromiso del pasado 14 de octubre ante los Leones del Caracas, mismo que La Guaira perdió tras permitir siete carreras en el noveno inning, que los cambios no iban a esperar más, jamás me imaginé que la semana siguiente estaría en la misma sala de prensa, básicamente escuchándolo repetir lo mismo, solo que esta vez con menos palabras.

Otra frase reciente que utilizó Bailey fue: "Un equipo que pretende pelear, no puede jugar así", pero para que un cambio de esa magnitud ocurra, alguien tiene que mover las piezas, y para mi sorpresa, el norteamericano no lo hizo como previsto esa noche. Una excepción.

Traer a Palacios y/o Herrera no era garantía de un mejor funcionamiento; de hecho, bien pudo generar uno peor, pero por primera vez desde que recibí la responsabilidad de cubrir a este equipo, Bailey se contradijo, jugó a todo menos a lo que dijo que jugaría.

No soy quien para criticar a un seis veces campeón, a quien sigue siendo uno de los mejores dirigentes de la liga ante mis ojos, pero la motivación para escribir este texto salió del desarrollo de un compromiso que marcó un antes y un después en lo personal, una sorpresa de grandes magnitudes. Como un castillo de naipes que se iba desplomando frente a quien no debía desplomarse o como una tormenta que te agarró dos veces desprotegido.

Los cambios vienen, Bailey volvió a asegurarlo y difícilmente un compromiso como el del jueves volverá a repetirse para los escualos, cuando menos con los mismos protagonistas y cuando menos mientras el norteamericano esté a cargo.

Pero en caso de que lo haga, sé con seguridad que allí estará él para dar las explicaciones, aunque realmente no tenga por qué.

Allí no habrá excepción.