sábado, 3 de diciembre de 2016

Ni en aires de nupcias Stassi olvida a Tiburones

El recuerdo de Brock Stassi sigue más que presente en el Parque de la Ciudad Universitaria antes, durante y después de cada juego de los Tiburones. La marca dejada por el norteamericano en la organización guairista y su afición, apenas en poco más de un mes de relación, difícilmente será borrada.

Pero la fórmula sentimental para que cualquier relación funcione siempre ha sido muy clara: el cariño tiene que ser mutuo, y del lado salado pueden estar seguros de que son correspondidos. 

Con casi toda seguridad, Stassi pasó la noche del viernes y la mañana del sábado entre un torrencial de emociones y el típico ajetreo digno de quien está a tan solo algunas horas de cambiar su vida por completo. Aún así, el inicialista, cuya boda estaba prevista para este 3 de diciembre, se tomó el tiempo para conversar del que bien podría describirse como otro de sus amores, uno con el que quizás todavía no hay planes de matrimonio, pero con el que sí tuvo varias citas exitosas.

Los Tiburones de La Guaira.

"Amé mi tiempo con ellos", señaló Stassi, quien disputó su último juego con el equipo el pasado 16 de noviembre para poder viajar a los Estados Unidos y alistarse para el gran día con su pareja.

Stassi se estableció como un pilar en el corazón ofensivo de La Guaira / LVBP.com
Y "amar" parece ser el verbo correcto, especialmente cuando en una mañana sabatina donde el oriundo de California debía dedicar su foco absoluto a trajes, invitados y preparativos, recuerdos de su último día en Venezuela se colaban de pronto.

"Fue después de que nos informaran que el juego había sido pospuesto por lluvia", comentó Stassi sobre la reunión convocada por Oswaldo Guillén, mánager del conjunto, el pasado 17 de noviembre, cuando tenía pautado disputarse un enfrentamiento ante los Tigres en el José Pérez Colmenares de Maracay. "Ozzie le informó a todos que me iba y me agradeció por la forma en que me desempeñé. Fue un momento muy especial y algo que nunca olvidaré".

Posiblemente será algo que el mandamás escualo también dejará grabado en su memoria.

"Nunca antes había hecho un meeting para despedir a un jugador", aseguró Guillén al día siguiente. "Pero este muchacho fue especial. Se ganó sus reales bien aquí. Es un ejemplo para todos los jugadores que vienen a jugar en esta liga".

En sus 32 juegos con el uniforme litoralense, Stassi sacudió para promedio de .297 con 22 remolcadas y seis cuadrangulares, al mismo tiempo en que jugó una sólida defensa en el primer cojín. A pesar de que ya han pasado más de dos semanas desde su partida, "Mr. Brock", como fue apodado en el coso de Los Chaguaramos, llegó a la jornada de este sábado ubicado entre los cinco mejores en algunos de los principales departamentos ofensivos del club; de hecho, todavía comandaba el de jonrones, anotadas (24) y boletos (31).

Stassi, cuya primera experiencia en la LVBP con Leones fue breve, pero también exitosa, aseguró que lo vivido con Tiburones esta temporada fue distinto, aunque tuvo problemas para explicar por qué.

"Mi experiencia el año pasado fue muy buena, pero cada equipo en el que he estado es distinto", comentó el paleador, quien ligó para .304 en sus 13 duelos con los melenudos en la ronda regular anterior. "Pero no sé realmente cómo explicar ahorita en qué fue diferente. Todos los muchachos en el clubhouse de Leones me recibieron muy bien y todavía tengo a muchos amigos que juegan para ese equipo".

Sin embargo, Stassi parece haber encontrado una casa invernal por muchos años en Tiburones, una donde seguramente también será bienvenida la nueva "Mrs. Brock".

Por eso, y muchas cosas más, en plena apertura de un nuevo capítulo de su vida, Stassi se niega a cerrar por completo el de Tiburones y la 2016-2017.

"Hay un chance", indicó el primera base sobre la posibilidad de volver a uniformarse con los salados a finales de este mes o en unos eventuales playoffs. "No estoy seguro de qué tan grande sea ese chance en este momento, pero lo hay".

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Unión de sangre, pasión de Tiburón

Con sus codos apoyados sobre la baranda del dugout escualo y un puro entre sus dedos, Oswaldo Guillén Jr. admiraba la práctica de los Tiburones el pasado viernes. Un par de metros a su derecha, su hermano Oney, recostado sobre la misma barda, conversaba con viejos amigos como Wander Pérez y Johnny Celis, sonrisas iban y venían.

Ninguno parecía prestar mucha atención a los jardines, donde Ozney, el menor de los tres hermanos, buscaba elevados que viajaran a su territorio en la práctica de bateo. Quizás era un intento de no añadir presión a sus hombros, quizás simplemente no era el momento; después de todo, el pequeño de los Guillén tendría toda su atención una vez que se escuchara la voz de “play ball”.

Con sus tres hijos repartidos en el terreno, Ozzie dirigía su entrenamiento con normalidad, como si fuese cualquier otro día; solo que no lo era y la indiferencia que reflejaba su rostro fue pronto opacada por sus palabras.

“Creo que el hombre más feliz que hay en Venezuela soy yo”, señaló el dirigente escualo, cuyas declaraciones parecían indicar que por momentos había abandonado dicho rol para así enfocarse en el de padre orgulloso. “O por lo menos lo fui anoche cuando vi a mis tres hijos. Son pocas las veces que estamos los cuatro juntos, por muchas razones”.

Con escasas horas en el país, Oswaldo Jr. y Oney también mostraban una actitud de “no se trata de la gran cosa”, hasta que llegó el momento de hablar. De tal palo tal astilla, dirían por allí.

“Es una cosa bonita. Tenemos la oportunidad de estar en Venezuela en familia”, señaló Oswaldo Jr., el mayor de los hijos del mandamás. “Y además, el orgullo de ver a mi papá dirigir a Ozney…es algo que quizás nunca se repita”.

Si alguien sabe lo difícil que puede ser coincidir con tu padre en tu terreno como jugador-mánager es Oney, quien años atrás intentó uniformarse con La Guaira, a pesar de que Ozzie no estaba ni cerca de ser el timonel en aquel entonces.

“Estaba listo para debutar con el equipo grande, recuerdo que me habían puesto de fecha el 27 de diciembre, y entonces me lesioné uno de mis cuádriceps”, recordó Oney de aquella experiencia en la Liga Paralela, misma que hoy le permite aconsejar a su hermano. “Lo que le dije a Ozney es que apreciara lo que iba a vivir, que no llegara con la mente cerrada. Digan lo que digan, vas a sentir presión porque viene con el apellido, pero es parte de la vida y le dije que pasara lo que pasara su familia lo iba a apoyar. Uno no le pidió nada de esto a Dios. Por ser hijo de Oswaldo la gente lo va a pitar más posiblemente, pero lo mismo le pasa a ‘Cafecito’ (José Martínez, hijo de Carlos ‘Café’)”.

La preocupación de Oney por la comodidad de su hermano fue tal que llegó a conversar con varios de sus excompañeros y amigos en un intento por hacer más sencillo el camino.

“Todos los compañeros que tiene mi hermano ahorita fueron mis compañeros también o roommates como ‘Cafecito’, Gregory Infante, Celis, Wander Pérez, amigos míos a los que les pedí que lo cuidaran para que estuviera bien”, contó Oney. “Pero gracias a Dios ha encajado, tiene su respeto. A veces es una situación complicada por quién es nuestro papá, pero creo que Ozney lo ha manejado muy bien”.

Es una preocupación que compartía Oswaldo Jr., quien hoy también se enorgullece al ver cómo Ozney se ha comportado a la altura de la situación.

“Lo que ha hecho en la Liga Independiente, lo difícil que se le ha hecho recibir una oportunidad, tener el chance de venir a Venezuela, hacer el equipo a pesar de que se recuperaba de una lesión, debutar y hacerlo de la forma en que lo hizo”, señaló Oswaldo Jr. sobre Ozney, quien se estrenó con imparable en su primer turno el pasado 8 de noviembre. “Ser el hijo de Oswaldo no lo ha hecho más fácil, además está en un beisbol de un nivel bien alto. Verlo jugar tan cómodo como lo ha hecho, estoy muy orgulloso de él”.

Oswaldo Jr., Ozney, Ozzie y Oney se reencontraron en la UCV / Andrés Espinoza
Dicho aplomo mostrado por Ozney, ese que tanto elogian sus hermanos, es posiblemente una de las claves para su buen desempeño en el terreno hasta los momentos, aunque el margen aún sea pequeño. Tras sus primeros ocho turnos en el circuito, el jardinero de 24 años de edad acumuló promedio de .500 con un doble, una anotada y otra remolcada.

“Siento admiración, respeto, orgullo de que haya podido cumplir una meta y que no solo esté aquí por ser el hijo de Ozzie Guillén, sino porque se ha ganado su puesto”, continuó Oney. “Cuando le han dado la oportunidad le ha ido bien y tiene el respeto de sus compañeros que es lo más importante. A mí me hubiese encantado poder jugar con el equipo grande. Que Ozney pueda hacerlo es increíble y hasta celoso estoy”, añadió entre risas.

Pero la experiencia que les está regalando el beisbol y Tiburones a los Guillén es demasiado especial como para pasar mucho tiempo conversando de números o de un desempeño en el terreno. Tanto Oswaldo Jr., como Oney, tienen sus vidas hechas en la ciudad de Chicago y pronto partirán de regreso.

“Oswaldito está casado y cuando uno está casado la mujer es la que manda, aunque los hombres digan que no”, señaló Ozzie con una sonrisa. “Le dieron permiso para que viniera por una semana y la mamá está gozando”.

Una mamá, la señora Ibis, quien estuvo presente en el estreno de Ozney y que guardó la pelota de su primer hit, no sin antes mostrarla orgullosamente desde su asiento.

“Mi mamá no era tan fanática cuando estaba jugando mi papá, pero ahora con Ozney, por ser su hijo, lo vive todo con más intensidad. Creo que son cosas de la vida que debes compartir. Piensas que vas a vivir este momento por siempre, pero es algo que quizás no ves nunca más. Es algo escrito en la historia”, expresó Oswaldo Jr.

A pesar de su venidera partida a los Estados Unidos, los dos mayores de los Guillén no ignoran un posible regreso a Venezuela, ni tampoco un futuro ligado a Tiburones.

“En este momento no es una meta porque no estoy trabajando en el beisbol ahorita”, comentó Oswaldo Jr. sobre la posibilidad de formar parte de la directiva escuala en algún punto. “Estoy terminando una maestría y trabajo en el mundo de las finanzas en Estados Unidos, pero uno de mis mejores amigos es Jorge Velandia, gerente del equipo, así que quizás en un futuro cuando el momento sea correcto. Aquí no es nada fácil ser gerente, lo sé muy bien porque mi amigo (Luis) Amaro es directivo de las Águilas. Obviamente también me tendría que mudar a Venezuela y hablarlo con mi esposa, pero me encantaría. Si volviera a trabajar con un equipo de beisbol, la primera opción sería Tiburones, una divisa que quiero tanto y a la que le debemos tanto”.

Oney, por su parte, admitió que ya ha comenzado a pavimentar ese camino.

“Mi hermano (Oswaldo Jr.) y yo somos parte de la directiva de Tiburones, lo que pasa es que no nos pagan”, indicó Oney antes de mostrar una sonrisa. “Cuando la gerencia del equipo va a Chicago nos reunimos. Estemos donde estemos siempre andamos pendientes de Tiburones. Es algo que nos nace, que nos importa, que nos duele”.

En cuanto a la experiencia familiar fuera del coso de Los Chaguaramos, Ozzie tiene sus críticas.

“Lo único malo de que estén mis tres hijos aquí es que lo único que se habla es de pelota”, comentó el dirigente campeón de la Serie Mundial en 2005. “Y Oswaldito que también habla de política. Han sido unas conversaciones pésimas en las últimas horas”.

Los hermanos Guillén se declaran culpables.

“Mi mamá nos pidió la otra vez que cambiáramos el tema del beisbol porque estábamos en familia”, contó Oswaldo Jr. “Hablamos de cómo va a jugar Ozney, de que tampoco lo puede jugar mucho y quitarle oportunidades a otros. En fin, con amantes del beisbol como mi hermano Oney y como yo son cosas que siempre se van a hablar. El beisbol siempre será parte de lo que todos hacemos, siempre estará en la conversación, pero también es bonito estar aquí y compartir con toda la familia. Es gracias a los Tiburones que estamos haciendo todo esto”.

¿La mejor parte para los Guillén? Esta temporada quizás haya sido solo el comienzo de una experiencia que se haga rutina a final de cada año.

“No creo que esto sea cosa de un año”, señaló Oney con respecto al cargo de su padre como mánager salado. “Siempre que mi papá esté feliz, y créanme que lo está en este momento, nosotros también lo estaremos. Las cosas han marchado muy bien y todo ha sido positivo”.

De este primer capítulo en la pelota venezolana para los Guillén, el final de película no está garantizado, pero mucho menos descartado.

“Ojalá el equipo siga ganando, lleguemos a enero y haya un trofeo para que la fiesta sea más grande. Es una cosa que la pones casi allí con ganar una Serie Mundial. Si convives con mi papá todos los días y sabes lo que piensa, está muy agradecido con el equipo y la gerencia, quiere darles ese título. ¿Qué más le hace falta a Oswaldo Guillén? Como pelotero, coach y mánager habrá cumplido todas sus metas y nosotros felices. Sería algo muy bonito”, cerró Oney.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Siguiente en fila: Tiburones se impulsa de los Cubs

Piénselo un momento.

Parte baja del décimo inning, con Tiburones arriba ocho carreras por siete en el séptimo juego de la gran final ante las Águilas. Con el empate en primera y el zurdo Wander Pérez en la loma, José Pirela conecta un rodado manso que obliga al antesalista a atacar la pelota.

Con una sonrisa en su rostro mientras recoge la bola, tal como la mostrada por Kris Bryant el pasado 2 de noviembre en el Progessive Field, Alberto González hace la jugada de rutina y dispara a la inicial para completar el out más importante en la historia de su organización. Allí, sobre la primera base, Brock Stassi recibe la pelota en su mascotín y levanta los brazos en señal de victoria, de alivio, de satisfacción.

La maldición terminó, y es hora de celebrar.

Sí, estos primeros párrafos intentaron recrear lo ocurrido en el último juego de la Serie Mundial 2016 entre los Chicago Cubs y los Cleveland Indians, solo que esta vez ajustándolo a la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, y a su principal afectado por la sequía: los Tiburones de La Guaira.

No tiene que ocurrir de la misma manera; de hecho, quizás los escualos puedan ir un poco más allá y agregar lo único que hubiese hecho la celebración de los oseznos aún más emotiva: el factor localía, conseguirlo en casa, frente a su afición.

Por otro lado, tampoco tiene que ocurrir...en lo absoluto.

Pero la idea era imaginar ese último out que tanto esperan en la divisa salada, esa euforia que únicamente viene ligada con las palabras "por fin".

Tras el triunfo de los dirigidos por Joe Maddon en el pasado Clásico de Otoño, muchos aseguran que los de Ozzie Guillén son los siguientes en la fila para cortar maleficios. Algunos lo dicen de broma, otros no tanto.

"Creo que si pasó con los Cachorros, puede pasar con los Tiburones de La Guaira", señaló recientemente el lanzador escualo Edgmer Escalona. "Nada es imposible".

Escalona tuvo que retrasar su estreno este año por una lesión en el antebrazo derecho / El-Nacional.com
La "motivación"  generada por el triunfo de los Cubs que muchos utilizan como burla hacia el aficionado guairista, realmente ha tenido su efecto en el clubhouse del equipo, o cuando menos en parte de él.

"Creo que sí nos motiva", añadió Escalona. "A cualquier equipo le entra adrenalina al ver ese juego, cómo esa gente estaba abajo 3-1 (en la serie) y pudieron quedar campeones. ¿Por qué no La Guaira?".

Si bien la maldición en la parte norte de Chicago se extendió por 108 años, 78 más que lo que ha durado el maleficio litoralense, no es tan descabellado comparar un caso con el otro por el simple hecho de que la temporada en la pelota venezolana es mucho más corta que la de Grandes Ligas, donde la cantidad de equipos en competencia también es mucho mayor.

En pocas palabras, y aunque el término "fácil" no encaja en ningún deporte, la lógica dicta que ganar un título en las mayores es mucho más complejo que en cualquier liga invernal.

"A pesar de tantas cosas que hemos tenido, tantas oportunidades perdidas para ganar el campeonato, con la unión que tenemos y la experiencia de Ozzie, esta temporada se puede romper la maldición", continuó Escalona, quien espera incorporarse al róster salado a finales de este mes o comienzos del otro. "Tenemos tremendo equipo con muchos grandeligas como 'Cafecito' (José Martínez) que llegó este año, (Jorge) Alfaro, (José) Gil, (José) Castillo, Miguel Rojas y muchos otros que no he mencionado".

Peloteros que podrían convertirse en las versiones criollas de Addison Russell, Anthony Rizzo, Dexter Fowler, Ben Zobrist y Javier Báez.

"No hay mañana después de mañana. Si pierdes te vas a casa, si ganas eres un héroe", fue la frase que utilizó Rizzo previo a ese séptimo juego en Cleveland.

Para los Tiburones todavía hay un mañana, ganen o pierdan hoy; pero irse a casa sin un trofeo este año no parece ser opción, no cuando desde Chicago les afirman que hay luz al salir del Boquerón.

viernes, 20 de mayo de 2016

El momento en que todo cambió para Junior Guerra

No era difícil entender la sorpresa de la gente. 

En apenas una de sus seis temporadas en la pelota local para ese entonces, Junior Guerra había podido registrar una efectividad por debajo de los cinco puntos. Cuatro años habían transcurrido desde aquella excepción.

¿Por qué entonces? ¿por qué Buddy Bailey le entregó la pelota a un lanzador ajeno al éxito en la liga para iniciar el juego inaugural de los Tiburones ese 9 de octubre de 2014?

El juego era ante la siempre temida ofensiva de Caribes y en el llamado "Coors Field" venezolano, el Alfonso "Chico" Carrasquel de Puerto La Cruz.

¿Por qué no uno de los tres importados que el equipo había traído para abrir juegos? ¿por qué no J.C. Sulbarán? ¿Buddy Baumann? ¿Jake Thompson?

"Buddy Bailey siendo Buddy Bailey", decían algunos. 

Quizás haya sido así. Quizás Bailey pronosticó lo que nadie más pudo.

Cinco innings y un tercio de dos hits y ninguna carrera limpia, con un boleto y cinco ponches. Esa fue la línea final de Guerra esa noche oriental.

Esa noche donde todo cambió para él.

"Es la oportunidad que estaba esperando", comentó el derecho vía telefónica esta semana.

Guerra terminó esa temporada con seis victorias (nunca antes había conseguido más de una por campaña) en 15 aperturas (nunca había abierto más de cuatro encuentros en una misma zafra) y con una efectividad de 3.46. Curiosamente, la misma que había registrado en esa campaña de "excepción" cuatro años atrás.

El derecho de San Félix ponchó a 82 contrarios en sus 78 innings de la 2014-2015. Nunca antes había recetado a más de 25 en un mismo año.

Terminó tercero en la votación al Pitcher del Año.

Una nueva oportunidad. Era todo lo que pedía.

"Mi carrera se ha caracterizado por oportunidades", recordó Guerra, quien había lanzado en la liga italiana unos meses atrás. "Nunca he sido una superestrella".

El junio siguiente, los White Sox le dieron la oportunidad más grande de todas, la que más había esperado, la que parecía tan lejana cuando firmó inicialmente como recepor, o cuando fue suspendido por violar el programa antidopaje de MLB, o cuando lanzaba serpentinas en Nicaragua. Después de tanto tiempo, a sus 30 años de edad, a Guerra finalmente le abrieron las puertas de las Grandes Ligas.

Junior apareció en tres encuentros con los patiblancos ese año, todos en papel de relevista, y dejó una efectividad de 6.75 en cuatro entradas sobre el morrito.

El 7 de octubre, mismo día en que realizó su segunda apertura en día inaugural con los Tiburones, fue reclamado en waivers por los Brewers.

Guerra respondió una vez más a la confianza de Bailey. En 12 presentaciones en la 2015-2016, 10 de ellas como abridor, el veterano registró efectividad de 2.86 en 56 entradas y dos tercios de labor. Ganó cuatro juegos.

El criollo tuvo que detener su participación con los escualos antes de que iniciara la postemporada y la noticia fue recibida como un dardo al pecho del conjunto y su fanaticada. 

¿Quién lo diría? La ausencia de Junior Guerra estaba marcando una gran diferencia para La Guaira.

Algunas semanas después, el diestro arribó en el campamento grande de Milwaukee, pero su efectividad de 7.94 en cuatro presentaciones no ayudó a su causa y fue enviado al Triple A Colorado Springs, donde inició la presente temporada.

Cuatro aperturas más tarde, una nueva oportunidad llegó.

Los Brewers decidieron subirlo al equipo grande y le entregaron la pelota para iniciar el juego del 3 de mayo ante los Angels. Ya Guerra no era solo un lanzador grandeliga, ahora era un abridor grandelgia.

Guerra lanzando en el Great American Ball Park ante los Rojos en su segunda apertura / Getty Images
Sus primeras dos salidas fueron casi idénticas. Seis entradas de cuatro carreras permitidas. Nada extraordinario, pero nada horrible tampoco.

A la tercera Guerra volvió a completar seis capítulos, pero esta vez sin carreras permitidas y con apenas dos hits a su nombre.

En la cuarta, el derecho captó la atención de todo el mundo beisbolístico. Con su hija y esposa presentes en el Miller Park, observándolo lanzar en un montículo de Grandes Ligas por primera vez, Junior trabajó siete episodios completos de cinco hits y tres carreras. Su línea final marcó 11 ponches.

Su rival, por cierto, eran los Chicago Cubs, el equpo con mejor registro en todo el beisbol.

"He demostrado que sí puedo lanzar a este nivel. Solo necesito la oportunidad y justo esa ha sido mi lucha siempre, por alguien que me brinde esa oportunidad", aseguró.

Como aquella que recibió en Puerto La Cruz, cuando nadie creía en él, cuando nadie entendía su presencia en la lomita.

"Esa oportunidad significó un giro en mi carrera", explicó Guerra. "Tengo que darle las gracias a los Tiburones por ese chance".

Oportunidad. Eso fue esa noche oriental para Guerra.

Una oportunidad que, una vez más, cambió el rumbo de una travesía beisbolera que finalmente parece haber llegado al destino soñado.

jueves, 12 de mayo de 2016

"Thor" y "Big Sexy" ratifican que la Liga Nacional está bien como está

Si los Azulejos de Toronto no hubiesen cambiado a Noah Syndergaard a los Mets de Nueva York en diciembre de 2012, uno de los grandes momentos de la presente campaña jamás habría ocurrido.

Si Bartolo Colón siguiera en Oakland, serían dos los acontecimientos evaporados.

Y si la Liga Nacional adoptara la regla del bateador designado, tal como muchos han propuesto y continúan proponiendo, el mundo del beisbol tendría que privarse de momentos únicos para siempre.

El pasado sábado 7 de mayo, Colón ganó su tercer juego de la presente campaña gracias a su cuarta apertura de calidad en el año y segunda de forma consecutiva; sin embargo, al final de dicho duelo ante los Padres de San Diego, absolutamente nadie estaba hablando de su trabajo en la loma. El quisqueyano lanzó 62 de sus 86 pitcheos en strike y dejó su efectividad en 2.82 tras dicha salida, pero nadie hablaba de eso, no era lo más llamativo.

En el segundo inning, Colón hizo uno de sus muy característicos y poco ortodoxos swings ante el tercer pitcheo que vio por parte de James Shields. La bola viajó lejos, mucho más de lo que cualquiera de los presentes pudo imaginar. Por primera vez en la carrera de Bartolo, el final del recorrido para una de sus conexiones no fue un guante, tampoco la tierra o grama. La bola terminó en los bleachers del Petco Park, entre varios aficionados.

Fue un jonrón. El jonrón.

El año pasado Colón tuvo cuatro empujadas, su tope en una campaña / AP
 La conexión de largometraje del robusto Colón fue la primera en su carrera en las Grandes Ligas y lo convirtió en el jugador de mayor edad (42 años y 349 días en ese momento) en la historia en conectar su primer bambinazo.

A raíz del cuadrangular hubo una explosión en las redes sociales. Comentarios, fotos, videos, memes. Bartolo Colón estaba por todo el internet, y con él, el beisbol, que cuando menos por algunas horas, regresó al pedestal que muchos dicen ha perdido.

Entonces, cuatro días después, cuando la imagen de Colón corriendo las bases todavía era común en los diversos timelines de Twitter, Syndergaard le dio otro zarpazo a la propuesta que le quita el bate de las manos a los lanzadores del viejo circuito.

El rubio de los neoyorquinos se fue dos veces para la calle en el Dodger Stadium y se convirtió en el primer serpentinero con más de un cuandragular en un mismo encuentro en nueve años. Ese día Syndergaard lanzó ocho innings de dos carreras y terminó con cuatro fletadas a su nombre.

Noah Syndergaard 4 - Dodgers 3.

No es tan descabellado decirlo.

Una vez más, el tema en las redes sociales eran los batazos de los lanzadores de los Mets. Porque nadie se había olvidado aún de Bartolo, ni siquiera el mismo Syndergaard.

"Esta noche fue el resultado directo de Bartolo inspirándome a ser un hombre mejor #SuTroteFueMejor"

Había sarcasmo en el escrito de Syndergaard, aunque nadie puede asegurar que tampoco exista algo de verdad. En fin, lo importante es que el beisbol volvió a ser importante, cuando menos en el internet.

En los últimos siete juegos de los metropolitanos tras ese desafío multijonrón de Noah, los lanzadores del equipo registraron un promedio de .333 (15-6) con dos dobles, tres vuelacercas, cuatro anotadas y otras siete remolcadas. 

Nada mal para unos bates de periódico mojado, que fue como Max Scherzer calificó el año pasado a los lanzadores bateando.

Los Mets ratificaron lo que Madison Bumgarner ha intentado demostrar por un buen tiempo: la Liga Nacional está bien como está, sin bateador designado.

Sí, entrar en el cajón de bateo aumenta el riesgo de que los pitchers puedan lesionarse, pero lo curioso es que usualmente ese argumento viene de la misma gente que asegura que están dañando el beisbol, haciéndolo más "suave", con las reglas de las colisiones en el plato y del deslizamiento en segunda. Desde mi punto de vista, esto sería más leña para esa fogata.

Los pitchers no son el out que regala la liga, cuando menos no siempre. El mejor lanzador del beisbol, Clayton Kershaw, bien puede dar fe de ello; después de todo, dos veces ha sido víctima de jonrones de Bumgarner, quien, por cierto, se convirtió en abril en el único jugador con más de un cuadrangular ante el zurdo de los Dodgers desde el comienzo de la campaña pasada. No lo pudo hacer Bryce Harper ni Andrew McCutchen, tampoco Paul Goldschmidt o Nolan Arenado. Lo hizo Bumgarner, un pitcher.

Más allá de los factores tradición y estrategia, la regla del bateador designado no debe llegar a la Liga Nacional porque nos privará de momentos como los que se vivieron en Petco Park y Dodger Stadium. Porque nos privará de otra forma de disfrutar este juego.

En cuestión de días, los Mets ratificaron que el beisbol no necesita más ofensiva, sino más momentos a lo "Big Sexy" y "Thor".

lunes, 8 de febrero de 2016

Claro y simple: Bailey debe quedarse con Tiburones

El cambio fue muy grande, imposible decir lo contrario. 

De los Tiburones de La Guaira de Tony DeFrancesco en la 2013-2014, a los de Buddy Bailey en su primer año al mando en la 2014-2015 y a los de esta pasada temporada, con el mismo dirigente, pero ya en su segunda estadía frente al timón.

Los escualos de la 2015-2016 lucían como un equipo cuando menos finalista. En la cabeza de muchos, eran los grandes favoritos para disputar la instancia culminante con los Navegantes del Magallanes. El destino no lo quiso así y un séptimo juego frente a los Tigres de Aragua en la semifinal acabó con dichos pronósticos. 

Es lo duro de un juego siete, cualquier cosa puede pasar, es impredecible. Bonito, pero impredecible.

No obstante, eso no elimina la sensación que generó ese equipo de La Guaira desde temprano en la postemporada, quizás mucho antes de eso. 

Tiburones terminó primero en la etapa inicial del campeonato por varias razones: fue el equipo más balanceado, el más constante en su róster semana tras semana. Muy posiblemente no era el más talentoso o el de mayor jerarquía, pero sí el que mejor operaba con lo que tenía.

Nada de eso fue casualidad y la gerencia del equipo lo ratificó en varias ocasiones. Con la instalación de un nuevo formato en la liga, el alto mando de los salados, incluyendo a Bailey, ideó una estrategia que consistía justamente en enfocarse en cada fase; de hecho, el mandamás norteamericano llegó a llamarlas tres temporadas en una.

La primera fase o temporada, fue todo un éxito, a pesar de que posiblemente era la más complicada. Tenías que jugar tu mejor beisbol con una importación casi nueva en su totalidad, con piezas de poco renombre en general. Pero allí estuvo una de las claves, en la mejoría en el proceso de selección de peloteros foráneos, donde la directiva litoralense hizo enfásis durante aquella temporada muerta y donde Bailey finalmente pudo meter la mano.

La estrategia en la segunda mitad tenía como base la incorporación de varios de los principales grandeligas del equipo, pero luego de culminar primeros en la mitad inicial y garantizar desde temprano su presencia en enero, la gerencia escuala pudo alterar ligeramente su plan sobre la marcha: la idea seguía siendo incorporar a los ligamayoristas en algún punto, pero con el equipo ya en los playoffs, demorar un poco más sus incorporaciones, todo con la finalidad de que sus divisas en las Grandes Ligas vieran con mejores ojos la opción de dejarlos participar en la postemporada, pues tendrían menos juegos disputados y/o innings lanzados para ese entonces.

Bailey le dio descanso a sus principales miembros de la rotación, Junior Guerra y Alexis Candelario, por lapsos en la segunda parte, llegando incluso a sacarlos del róster a ambos una semana y enviarlos al bullpen posteriormente para reducir el trabajo de sus brazos.

El desempeño de La Guaira después del 15 de noviembre mermó, pero aunque su estratega fue claro en decir que la meta era terminar lo mejor parados posibles en la tabla general, para lo que necesitarían finalizar bien posicionados también en la fase complementaria, todo estaba en el plan, no había motivos para encender alarmas.

Luis Sardiñas, Odubel Herrera y Carlos Sánchez fueron incorporándose poco a poco con la llegada de diciembre y la estrategia de los salados cada vez lucía más lógica, el equipo cada vez se veía más completo.

Bailey dijo tras la eliminación del equipo que desconocía si volvería para una tercera zafra al mando / AVS Photo Report
Pero entonces llegó la tercera etapa, la de enero, la más importante, la que no te permite errores. Allí fue donde el río se salió de su cauce.

De forma sorpresiva, Guerra anunció que no iba a poder lanzar en los playoffs y poco después llegó la baja de Sánchez, quien también detuvo su participación antes de que iniciara la serie ante Caribes de Anzoátegui, la primera del conjunto en enero.

Sin embargo, por el momento y la forma en que ocurrió (tras una derrota ante los Tigres en el segundo de la semifinal, cuando la serie se movía a Maracay), es posible que ninguna de las bajas previas haya tenido tanto impacto como la de Herrera.

A estas alturas sigue y seguirá siendo una interrogante qué hubiese pasado con los Tiburones de no sufrir dichas bajas o cuando menos la última, pero el punto de este recordatorio es que la estrategia que tanto había ideado el alto mando del conjunto se descarriló en la recta final y Bailey no tuvo nada que ver.

Pero el norteamericano sí tuvo que ver en la estrategia que armó el equipo, sí tuvo que ver en la inmensa mejoría en la selección de importados, sí tuvo que ver en el balance de una tropa que ilusionó con poner punto final a una sequía de títulos que ya alcanzó los 30 años.

El nombre de Oswaldo Guillén, por su historia con la novena, por su peculiar forma de ser, por una carpeta de credenciales que tiene como chapa dorada un trofeo de Serie Mundial, se presenta como muy atractivo para dirigir a los Tiburones. Es casi imposible que un aficionado guairista no escuche con una sorisa en la cara los rumores que vinculan actualmente a Ozzie con el timón litoralense. 

Si esa es la dirección que decide tomar La Guaira para la 2016-2017, va a ser difícil criticarla.

Muchos peloteros han expresado su malestar en ser dirigidos por Bailey, esa es una carpeta de denuncias que data desde sus años con los Tigres, quizás desde mucho más atrás. Varios de esos peloteros citan la falta de comunicación del nativo de Pennsylvania como una de las razones para no quererlo.

No soy quién para poner en duda esa acusación, pero como un dato relacionado, me resulta curioso que un mánager con supuestos problemas de comunicación sea de los favoritos de la prensa justamente por su disponibilidad y fluidez a la hora de hablar.

Ramón Hernández, actual coach de banca del equipo, ha sonado como otra de las posibles opciones que puedan manejar en la directiva salada para el puesto de mánager en caso de no repetir a Bailey. El exreceptor no cuenta con la experiencia en dicho rol que sí posee Guillén, pero tomando en cuenta que estuvo día tras día junto a Bailey en cada compromiso de la 2015-2016, de cierta forma quizás hasta tenga más sentido su nombramiento si el deseo de la gerencia es, de una u otra manera, mantener la dirección actual.

"Quiero ayudar a los Tiburones así no vuelva" fue una de las últimas frases que salió de la boca de Bailey antes de abandonar la sala de prensa de la novena tras aquel séptimo juego en el Universitario. De su puño y letra, el todavía timonel del equipo para ese momento tenía pensado dejar una especie de carta con sus evaluaciones y recomendaciones sobre la escuadra y sus jugadores.

Así que sí, sería difícil criticar la elección de Guillén como nuevo mandamás de los Tiburones, pero que quede claro que tampoco resultaría imposible. No cuando la mejoría de un año a otro ha sido tan notable bajo el mando de Bailey.

"Quiero ayudar a Tiburones porque ellos confiaron en mí por un par de años". Esa frase de Bailey complementó la pasada y al mismo tiempo, dejó en evidencia su compromiso y cariño por el equipo.

Un compromiso y cariño que quizás sea mucho mayor que el de varios de sus jugadores, de esos que son más culpables que él de la eliminación de Tiburones.

jueves, 14 de enero de 2016

La Guaira está en riesgo y Odubel también

El calor de la postemporada puede hacer que muchas cosas ajenas, y no tan ajenas, a la misma pasen por debajo de la mesa. Qué el caso de Odubel Herrera no sea una de ellas.

Sí, la decisión del jardinero pone en cierto nivel de peligro la gran temporada que han tenido los Tiburones de La Guaira. Desde su llegada el pasado mes de diciembre, Herrera se estableció como el jardinero central y tercer bate en el orden de Buddy Bailey día tras día. Es imposible que la ausencia repentina de una pieza así no tenga un impacto en la cotidianidad de un equipo. Entonces, echas un ojo a la lista de posibles jugadores, ni siquiera exclusivamente de su posición, disponibles para reforzar y te das cuenta que es corta, para lo que representa una semifinal, quizás inexistente. Sí, la temporada de La Guaira está en peligro, nadie lo pone en duda.

Pero es allí cuando es importante profundizar en el asunto o cuando menos intentar hacerlo. Nunca estuve ni cerca de jugar beisbol profesional, así que no puedo ofrecer una óptica por ese lado. No estudié psicología, así que por allí tampoco van los tiros. Pero sí estuve día tras día en cada entrenamiento de los Tiburones en el parque Universitario esta temporada. Odubel llegó tarde cuando menos a dos. Quizás la cifra no es alarmante, pero sí es importante destacarla cuando entras en razón de que el tiempo de juego de Herrera no fue tan prolongado como el de la gran mayoría, la que estuvo allí sin falta a la hora requerida. Entonces, en medio de una semifinal que bien podría servir de camino para romper una sequía de 30 años sin título para Tiburones, ese mismo pelotero decide marcharse, con todo su derecho de hacerlo y se debe respetar, como bien dijo el gerente deportivo Jorge Velandia. ¿El problema ahora? Días antes se realizó un draft para que los equipos reforzaran sus debilidades rumbo a la semifinal y a Herrera se le pidió avisar con tiempo si participaría o no en la instancia para planificar bien la estrategia rumbo al sorteo. Junior Guerra llamó para avisar. Odubel no.

No hay nada que discutir en cuanto a su desempeño en el terreno. Me consta que Herrera corrió cada batazo al conectarlo, que hizo todo lo posible por jugar un jardín central sólido, aun cuando no es una de sus grandes cualidades. Odubel es un pelotero con gran potencial, que nuevamente demostró que esta liga, a sus 24 años, le queda pequeña. Pero justo allí está el detalle, en su juventud. La fama llegó temprano para este muchacho, que dejó en necesidad a Tiburones, pero aún más a su carrera.