El cambio fue muy grande, imposible decir lo contrario.
De los Tiburones de La Guaira de Tony DeFrancesco en la 2013-2014, a los de Buddy Bailey en su primer año al mando en la 2014-2015 y a los de esta pasada temporada, con el mismo dirigente, pero ya en su segunda estadía frente al timón.
Los escualos de la 2015-2016 lucían como un equipo cuando menos finalista. En la cabeza de muchos, eran los grandes favoritos para disputar la instancia culminante con los Navegantes del Magallanes. El destino no lo quiso así y un séptimo juego frente a los Tigres de Aragua en la semifinal acabó con dichos pronósticos.
Es lo duro de un juego siete, cualquier cosa puede pasar, es impredecible. Bonito, pero impredecible.
No obstante, eso no elimina la sensación que generó ese equipo de La Guaira desde temprano en la postemporada, quizás mucho antes de eso.
Tiburones terminó primero en la etapa inicial del campeonato por varias razones: fue el equipo más balanceado, el más constante en su róster semana tras semana. Muy posiblemente no era el más talentoso o el de mayor jerarquía, pero sí el que mejor operaba con lo que tenía.
Nada de eso fue casualidad y la gerencia del equipo lo ratificó en varias ocasiones. Con la instalación de un nuevo formato en la liga, el alto mando de los salados, incluyendo a Bailey, ideó una estrategia que consistía justamente en enfocarse en cada fase; de hecho, el mandamás norteamericano llegó a llamarlas tres temporadas en una.
La primera fase o temporada, fue todo un éxito, a pesar de que posiblemente era la más complicada. Tenías que jugar tu mejor beisbol con una importación casi nueva en su totalidad, con piezas de poco renombre en general. Pero allí estuvo una de las claves, en la mejoría en el proceso de selección de peloteros foráneos, donde la directiva litoralense hizo enfásis durante aquella temporada muerta y donde Bailey finalmente pudo meter la mano.
La estrategia en la segunda mitad tenía como base la incorporación de varios de los principales grandeligas del equipo, pero luego de culminar primeros en la mitad inicial y garantizar desde temprano su presencia en enero, la gerencia escuala pudo alterar ligeramente su plan sobre la marcha: la idea seguía siendo incorporar a los ligamayoristas en algún punto, pero con el equipo ya en los playoffs, demorar un poco más sus incorporaciones, todo con la finalidad de que sus divisas en las Grandes Ligas vieran con mejores ojos la opción de dejarlos participar en la postemporada, pues tendrían menos juegos disputados y/o innings lanzados para ese entonces.
Bailey le dio descanso a sus principales miembros de la rotación, Junior Guerra y Alexis Candelario, por lapsos en la segunda parte, llegando incluso a sacarlos del róster a ambos una semana y enviarlos al bullpen posteriormente para reducir el trabajo de sus brazos.
El desempeño de La Guaira después del 15 de noviembre mermó, pero aunque su estratega fue claro en decir que la meta era terminar lo mejor parados posibles en la tabla general, para lo que necesitarían finalizar bien posicionados también en la fase complementaria, todo estaba en el plan, no había motivos para encender alarmas.
Luis Sardiñas, Odubel Herrera y Carlos Sánchez fueron incorporándose poco a poco con la llegada de diciembre y la estrategia de los salados cada vez lucía más lógica, el equipo cada vez se veía más completo.
Bailey dijo tras la eliminación del equipo que desconocía si volvería para una tercera zafra al mando / AVS Photo Report |
Pero entonces llegó la tercera etapa, la de enero, la más importante, la que no te permite errores. Allí fue donde el río se salió de su cauce.
De forma sorpresiva, Guerra anunció que no iba a poder lanzar en los playoffs y poco después llegó la baja de Sánchez, quien también detuvo su participación antes de que iniciara la serie ante Caribes de Anzoátegui, la primera del conjunto en enero.
Sin embargo, por el momento y la forma en que ocurrió (tras una derrota ante los Tigres en el segundo de la semifinal, cuando la serie se movía a Maracay), es posible que ninguna de las bajas previas haya tenido tanto impacto como la de Herrera.
A estas alturas sigue y seguirá siendo una interrogante qué hubiese pasado con los Tiburones de no sufrir dichas bajas o cuando menos la última, pero el punto de este recordatorio es que la estrategia que tanto había ideado el alto mando del conjunto se descarriló en la recta final y Bailey no tuvo nada que ver.
Pero el norteamericano sí tuvo que ver en la estrategia que armó el equipo, sí tuvo que ver en la inmensa mejoría en la selección de importados, sí tuvo que ver en el balance de una tropa que ilusionó con poner punto final a una sequía de títulos que ya alcanzó los 30 años.
El nombre de Oswaldo Guillén, por su historia con la novena, por su peculiar forma de ser, por una carpeta de credenciales que tiene como chapa dorada un trofeo de Serie Mundial, se presenta como muy atractivo para dirigir a los Tiburones. Es casi imposible que un aficionado guairista no escuche con una sorisa en la cara los rumores que vinculan actualmente a Ozzie con el timón litoralense.
Si esa es la dirección que decide tomar La Guaira para la 2016-2017, va a ser difícil criticarla.
Muchos peloteros han expresado su malestar en ser dirigidos por Bailey, esa es una carpeta de denuncias que data desde sus años con los Tigres, quizás desde mucho más atrás. Varios de esos peloteros citan la falta de comunicación del nativo de Pennsylvania como una de las razones para no quererlo.
No soy quién para poner en duda esa acusación, pero como un dato relacionado, me resulta curioso que un mánager con supuestos problemas de comunicación sea de los favoritos de la prensa justamente por su disponibilidad y fluidez a la hora de hablar.
Ramón Hernández, actual coach de banca del equipo, ha sonado como otra de las posibles opciones que puedan manejar en la directiva salada para el puesto de mánager en caso de no repetir a Bailey. El exreceptor no cuenta con la experiencia en dicho rol que sí posee Guillén, pero tomando en cuenta que estuvo día tras día junto a Bailey en cada compromiso de la 2015-2016, de cierta forma quizás hasta tenga más sentido su nombramiento si el deseo de la gerencia es, de una u otra manera, mantener la dirección actual.
"Quiero ayudar a los Tiburones así no vuelva" fue una de las últimas frases que salió de la boca de Bailey antes de abandonar la sala de prensa de la novena tras aquel séptimo juego en el Universitario. De su puño y letra, el todavía timonel del equipo para ese momento tenía pensado dejar una especie de carta con sus evaluaciones y recomendaciones sobre la escuadra y sus jugadores.
Así que sí, sería difícil criticar la elección de Guillén como nuevo
mandamás de los Tiburones, pero que quede claro que tampoco resultaría
imposible. No cuando la mejoría de un año a otro ha sido tan notable bajo el mando de Bailey.
"Quiero ayudar a Tiburones porque ellos confiaron en mí por un par de años". Esa frase de Bailey complementó la pasada y al mismo tiempo, dejó en evidencia su compromiso y cariño por el equipo.
Un compromiso y cariño que quizás sea mucho mayor que el de varios de sus jugadores, de esos que son más culpables que él de la eliminación de Tiburones.
Excelente como siempre
ResponderEliminara mi criterio deberia regresar buddy bailey,el lo hizo bien claro esta la ultima palabra la tiene "DIOS" y la GERENCIA lo que si es cierto que mi equipo deberia hecer cambios en lo referente a jugadores,que realmente quieran compromiso con el equipo deberian traer a teodoro martinez al equipo,este jugador quiere estar con el equipo,otro que me gusta es el righ field del zulia campeon bate esta temporada alexander romero,otro que me gustaria que este con el equipo breyvic valera,traer de regreso a eduardo escobar y darle la oportunidad como coach de abanzada a norman carrasco y por que no traerse a alfredo pedrique..
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