martes, 17 de noviembre de 2015

Una imposición que se volvió voluntad

Cuando Buddy Bailey dirigió su primera práctica al mando de los Tiburones de La Guaira el 15 de septiembre del año pasado lo primero que hizo fue caminar hacia el centro del círculo formado por sus jugadores y manifestar su deseo de que cada uno de ellos llegara temprano día tras día. Las palabras del mandamás no eran sorpresa para nadie, su currículum de estratega disciplinado tenía años de referencias, pero cómo lo asumiría un clubhouse acostumbrado a otro gobierno era el principal punto de incertidumbre para muchos.

El nuevo régimen tomó tiempo en calar y cobró varias víctimas en su intento por hacerlo. Piezas como Jon Link y CJ Retherford aseguraron que nunca más jugarían para Bailey, citando su actitud como el motivo. Edgmer Escalona llegó a demostrar públicamente su descontento con algunas decisiones tomadas por el mandamás, y a pesar de que nunca se conocieron sus nombres, Link dio fe de que varios jugadores nativos del conjunto estaban molestos con el trato del norteamericano.

En medio de una temporada de adaptación para sus jugadores, Bailey continuó imponiendo su ideología, una que se basaba en disciplina dentro y fuera del terreno. De acuerdo con personas con conocimiento de la situación, el timonel colgó letreros en el clubhouse en los que prohibía escuchar música después de cierto horario y limitó las visitas de familiares y amigos de los jugadores antes de cada compromiso. En el campo, el plan de Bailey era encontrar el puesto indicado para cada pelotero, dejando a un lado jerarquías y limitando su método evaluativo exclusivamente al desempeño.

Cuando los escualos iniciaron sus entrenamientos de pretemporada el pasado 19 de septiembre se respiraban aires de cambio, algo que ha quedado ratificado con el transcurrir de la primera mitad de la zafra. Fue el mismo Escalona quien asumió la culpa por sus encontronazos pasados con Bailey. Fueron los mismos jugadores de jerarquía quienes aseguraron no tener preferencia por un rol, pues tenían que jugar los mejores. Lo que parecía una dictadura terminó siendo un sistema de preferencia popular y Tiburones está viendo la recompensa.

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