viernes, 20 de mayo de 2016

El momento en que todo cambió para Junior Guerra

No era difícil entender la sorpresa de la gente. 

En apenas una de sus seis temporadas en la pelota local para ese entonces, Junior Guerra había podido registrar una efectividad por debajo de los cinco puntos. Cuatro años habían transcurrido desde aquella excepción.

¿Por qué entonces? ¿por qué Buddy Bailey le entregó la pelota a un lanzador ajeno al éxito en la liga para iniciar el juego inaugural de los Tiburones ese 9 de octubre de 2014?

El juego era ante la siempre temida ofensiva de Caribes y en el llamado "Coors Field" venezolano, el Alfonso "Chico" Carrasquel de Puerto La Cruz.

¿Por qué no uno de los tres importados que el equipo había traído para abrir juegos? ¿por qué no J.C. Sulbarán? ¿Buddy Baumann? ¿Jake Thompson?

"Buddy Bailey siendo Buddy Bailey", decían algunos. 

Quizás haya sido así. Quizás Bailey pronosticó lo que nadie más pudo.

Cinco innings y un tercio de dos hits y ninguna carrera limpia, con un boleto y cinco ponches. Esa fue la línea final de Guerra esa noche oriental.

Esa noche donde todo cambió para él.

"Es la oportunidad que estaba esperando", comentó el derecho vía telefónica esta semana.

Guerra terminó esa temporada con seis victorias (nunca antes había conseguido más de una por campaña) en 15 aperturas (nunca había abierto más de cuatro encuentros en una misma zafra) y con una efectividad de 3.46. Curiosamente, la misma que había registrado en esa campaña de "excepción" cuatro años atrás.

El derecho de San Félix ponchó a 82 contrarios en sus 78 innings de la 2014-2015. Nunca antes había recetado a más de 25 en un mismo año.

Terminó tercero en la votación al Pitcher del Año.

Una nueva oportunidad. Era todo lo que pedía.

"Mi carrera se ha caracterizado por oportunidades", recordó Guerra, quien había lanzado en la liga italiana unos meses atrás. "Nunca he sido una superestrella".

El junio siguiente, los White Sox le dieron la oportunidad más grande de todas, la que más había esperado, la que parecía tan lejana cuando firmó inicialmente como recepor, o cuando fue suspendido por violar el programa antidopaje de MLB, o cuando lanzaba serpentinas en Nicaragua. Después de tanto tiempo, a sus 30 años de edad, a Guerra finalmente le abrieron las puertas de las Grandes Ligas.

Junior apareció en tres encuentros con los patiblancos ese año, todos en papel de relevista, y dejó una efectividad de 6.75 en cuatro entradas sobre el morrito.

El 7 de octubre, mismo día en que realizó su segunda apertura en día inaugural con los Tiburones, fue reclamado en waivers por los Brewers.

Guerra respondió una vez más a la confianza de Bailey. En 12 presentaciones en la 2015-2016, 10 de ellas como abridor, el veterano registró efectividad de 2.86 en 56 entradas y dos tercios de labor. Ganó cuatro juegos.

El criollo tuvo que detener su participación con los escualos antes de que iniciara la postemporada y la noticia fue recibida como un dardo al pecho del conjunto y su fanaticada. 

¿Quién lo diría? La ausencia de Junior Guerra estaba marcando una gran diferencia para La Guaira.

Algunas semanas después, el diestro arribó en el campamento grande de Milwaukee, pero su efectividad de 7.94 en cuatro presentaciones no ayudó a su causa y fue enviado al Triple A Colorado Springs, donde inició la presente temporada.

Cuatro aperturas más tarde, una nueva oportunidad llegó.

Los Brewers decidieron subirlo al equipo grande y le entregaron la pelota para iniciar el juego del 3 de mayo ante los Angels. Ya Guerra no era solo un lanzador grandeliga, ahora era un abridor grandelgia.

Guerra lanzando en el Great American Ball Park ante los Rojos en su segunda apertura / Getty Images
Sus primeras dos salidas fueron casi idénticas. Seis entradas de cuatro carreras permitidas. Nada extraordinario, pero nada horrible tampoco.

A la tercera Guerra volvió a completar seis capítulos, pero esta vez sin carreras permitidas y con apenas dos hits a su nombre.

En la cuarta, el derecho captó la atención de todo el mundo beisbolístico. Con su hija y esposa presentes en el Miller Park, observándolo lanzar en un montículo de Grandes Ligas por primera vez, Junior trabajó siete episodios completos de cinco hits y tres carreras. Su línea final marcó 11 ponches.

Su rival, por cierto, eran los Chicago Cubs, el equpo con mejor registro en todo el beisbol.

"He demostrado que sí puedo lanzar a este nivel. Solo necesito la oportunidad y justo esa ha sido mi lucha siempre, por alguien que me brinde esa oportunidad", aseguró.

Como aquella que recibió en Puerto La Cruz, cuando nadie creía en él, cuando nadie entendía su presencia en la lomita.

"Esa oportunidad significó un giro en mi carrera", explicó Guerra. "Tengo que darle las gracias a los Tiburones por ese chance".

Oportunidad. Eso fue esa noche oriental para Guerra.

Una oportunidad que, una vez más, cambió el rumbo de una travesía beisbolera que finalmente parece haber llegado al destino soñado.

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